viernes, 26 de febrero de 2021

Daniel Gigena: Las colas de zorro

En Vogue, Madonna canta: "What are you looking at? / Strike a pose...". Compartimos este precioso texto escrito por Daniel Gigena. Pueden seguirlo en su cuenta de Facebook  

 

Las colas de zorro

 

Me dijo que todos querían tríos y que muchos de la zona eran hombres casados. Él se había mudado de Villa María a Santa Rosa de Calamuchita luego de dar un paso al costado en una relación que calificó de imposible. Se había enamorado de un amigo heterosexual que era adicto al crack y, si bien había sido un amor correspondido durante tres años, había decidido alejarse y empezar de nuevo. El hecho de que hubiera heredado de su familia un caserón en las sierras, a una cuadra del río, ayudaba bastante. El baño estaba en proceso de refacción y todavía no tenía agua caliente. Con aquel amigo heterosexual (el adjetivo tenía mucha importancia porque lo repitió cuantas veces pudo) solo habían hecho el amor una sola vez. “Fue increíble”, dijo con los ojos cerrados, como si reviviera la escena y con una voz que a mí me pareció que era la que usaba para hablarse a sí mismo cuando estaba a solas e incluso en presencia de otros (como era el caso). Le dije que siempre había pensado que en ciudades como Villa María o Río Cuarto se podía encontrar pareja con más facilidad que en Buenos Aires o en Córdoba capital. ¿Era así? “Nada que ver, están todos enganchados con la merca, es un ambiente muy oscuro”, respondió de manera amarga. Para cambiar de tema elogié unas fotos de Madonna que tenía apoyadas en un viejo sillón en el living de la casa. “Son de Confessions”, dijo al aire y sentí que lo tenía que corregir. “Creo que son de Erotica”, murmuré. Me miró unos segundos como diciendo qué decís tarada y a continuación casi vi el modo en que su cabeza hacía clic, como si la misma Madonna hubiera entrado en su mente y le susurrara “tiene razón” (en inglés). Aceptó que yo había acertado (como me dijo una vez Torcuato Di Tella cuando le corregí un error insignificante); al mismo tiempo, yo pensaba que no iba a animarme a pedirle una copia. Después de tomar un vaso de soda, en el momento en que ya me estaba yendo, porque mis amigos (“una pareja heterosexual”, agregué) me esperaban para desayunar en el hotel, me pidió que lo esperara un minuto y que con el celular le sacara unas fotos a orillas del río para poner en el perfil de Grindr. Arriba de un ajustado short negro con piedritas de estrás se puso una bermuda medio mugrienta (eso lo achaqué a la falta de agua caliente y a los hábitos indolentes que el verano propicia). Eligió una piedra enorme donde sentarse de cara al sol, se sacó la bermuda y se desabotonó la camisa de jean. Yo hacía tomas de cerca y de más cerca, le pedía que bajara la pierna derecha para que se le notara mejor el bulto y que mirara hacia el vado Viena. La mañana estaba resplandeciente y el viento movía las colas de zorro. A la tarde le mandé un mensaje para preguntarle si las fotos habían salido bien. “¡Bárbaras! –escribió-. Gracias, Steven Klein”


© Daniel Gigena



martes, 27 de octubre de 2020

Lucila Lastero: Columbia University y otros destellos de Nueva York


Los pasos que retumban en el mármol y los sonidos del subte que frena en la estación. Con pasaporte y visa en mano, esta vez nos vamos de viaje con Lucila Lastero a Nueva York. La ciudad que Jay-Z y Alicia Keys describe como una concrete jungle donde los sueños se hacen realidad. 


Columbia University y otros destellos de Nueva York


Federico García Lorca pasó por las aulas de la Universidad de Columbia. También J. D Salinger, Isaac Asimov, Allen Ginsberg.  Por eso, en cuanto arribé a la ciudad de las luces insomnes, busqué la manera de llegar a la Universidad de Columbia.

Fui a New York con el objetivo de cursar dos semanas intensivas de escritura creativa para hispanohablantes en el City College. El seminario incluía actividades de recorrido por la ciudad y producción diaria de textos. Pausas y días libres me aseguraban que dispondría de huecos de tiempo suficiente para salir en busca de los rastros neoyorquinos de los autores y de los libros que leí. Era la primera vez que viajaba a un país de América del Norte. Para alguien como yo, nacida en el conurbano bonaerense y criada en un barrio modesto de Salta, todo era novedoso y deslumbrante.


© Lucila Lastero
















El camino hacia Columbia fue muy fácil de encontrar. En cuanto me subí al metro, el que me llevaría desde mi alojamiento en Harlem hasta el City College para mi primera clase, leí Columbia entre los nombres de las estaciones pintados sobre las paredes del vagón. La necesidad de deletrear palabras y de recurrir a gestos para hacerme entender en la boletería del metro, me habían dejado insegura. Por eso, en cuanto salí a la superficie y me vi perdida, no me animé a preguntar. Miré una y otra vez el mapa y di vueltas sin rumbo hasta toparme con la referencia esencial: el Toro de Wall Street. Justo al frente, estaba el City College.

Lo que más me gustó del primer día fue haberme encontrado con mis compañeros de seminario: todos latinoamericanos, todos hispanohablantes. En el aula y en mis compañeros estaba la coraza protectora que supone el solo hecho de escuchar la música del idioma propio en escenario extranjero. La lengua fue la puerta de entrada para las charlas, los paseos en grupos por la ciudad, y los tragos y cafés en aquellos bares subterráneos con aires de cápsulas conspirativas de principios de siglo.

Nueva York es una marea dorada y estridente que captura los cuerpos y los funde en su vértigo. Muy pronto me vi sacudida por la ciudad. Me volví insomne como ella, y caminé sin parar entre luces, rascacielos y muros atravesados por escaleras como hormigas escalándolos en hileras. A veces, sola. Otras veces, con algún grupo de compañeros, riéndonos y sacándonos fotos como si no nos acabáramos de conocer. Me levantaba a las seis de la mañana y me dormía cerca de las dos; el cansancio era una sensación inadmisible. Estaba en Nueva York, y todo estaba pasando ahora.


© Lucila Lastero



















Recién el día anterior a mi vuelo de regreso, pude hallar el momento adecuado para salir en busca de Columbia. El metro me dejó en una esquina. Lo primero que vi fue algo que parecía un parque. Pero el ir y venir de jóvenes con mochilas arrojaba la evidencia: era la Universidad de Columbia. Mi primer impacto tuvo que ver con no haberme imaginado su tamaño. No un solo edificio, sino una ciudad entera hecha de múltiples edificios rojos que se erigían entre calles y jardines simétricos. En ciertos sectores, los cerámicos replicaban los mismos rectángulos colorados, con bordes beige, de las ventanas. Caminar por las calles de Columbia era adentrarse en un mundo de geometrías fascinantes.       

La Biblioteca era una construcción de columnas griegas precedidas por la estatua del Alma Máter levantando su cetro de intelectualidad. Entré. Recorrí las galerías y algunos rincones de la planta baja. Mis pasos hacían eco sobre el piso espejado. De pronto escuché una voz suave que parecía provenir de una de las salas. Me asomé. Era un aula, completamente abierta. Una docente joven, parada detrás de un atril, hablaba frente a un grupo de estudiantes. Noté que, por la altura y por las luces en la que se encontraba la puerta, nadie notaría mi presencia. Así que entré. Estuve varios minutos de pie, al fondo, escuchando una clase en inglés de la que no entendí casi nada. Pero me di el gusto. Estuve en la Universidad de Columbia. 

Fueron solo dos semanas y, aunque los tiempos de un viaje corren como el viento, nuestras memorias son ese boomerang que retiene la intensidad y vuelve siempre en busca de la mano que sabe atrapar los recuerdos y, a la vez, tomar el impulso necesario para el lanzamiento hacia nuevos asombros. 


Lucila Lastero, Nueva York, 2017


© Lucila Lastero


viernes, 2 de octubre de 2020

Encuentro de escritores / Colegio "San Juan de Vera"


Encuentro de escritores en el Colegio Informático "San Juan de Vera"


El 28 de septiembre tuve la oportunidad participar en un Encuentro de escritores, organizado por el Departamento de Lingüística del Colegio Informático "San Juan de Vera" de la cuidad de Corrientes. Agradezco a los y las profes por la invitación, y al escritor Avelino Núñez con quien compartí el espacio.

Durante la charla, los y las estudiantes me hicieron llegar estas preguntas por el chat. Aquí las respuestas a modo de agradecimiento por la invitación. Fue muy lindo desandar el camino de la escritura para ver todas sus aristas.  


¿Cuándo se dio cuenta que le encantaba la escritura?

Me di cuenta cuando era chico. Creo que tenía la edad de ustedes. En aquellos años, advertí que la escritura me permitía decir esas cosas que para los demás estaban fuera de lugar. Y como siempre tuve la necesidad de expresar mis opiniones sobre lo que veía, leía o pensaba, descubrí en la escritura una forma de libertad.


¿Cómo uno puede ser escritor?

Sin dudas, leyendo y escribiendo. A veces algo que leíste te inspira y entonces aparece la escritura. Corregir también es parte de ese proceso. La tarea de corrección se disfruta mucho, pero siempre es bueno tener a alguien en quien uno confía para que nos ayude a revisar el texto y que nos haga devoluciones constructivas. Para decirnos que algo está mal, ya tenemos el mundo y sus leyes. Además, hay que prestar atención a todo lo que pasa y nos pasa, es decir, observar y sentir. Con esto no sé si es suficiente para llegar a ser escritor, pero estoy seguro de que servirá para disfrutar más de la vida. Porque la escritura también es eso: vivir.  

 

¿Alguna vez escribió algo y luego cuando lo leyó otro día no le convenció del todo?

Me pasa todo el tiempo, por eso está bueno publicar. Pero antes de hacerlo, es importante dejar que el texto se tome su tiempo, que madure y entonces sí, revisarlo y publicarlo. Porque sucede como en todo: un día algo que te encanta, pero al día siguiente dejó de gustarte.  

 

¿Qué le inspira a la hora de realizar un cuento o poesía?

En mi caso, la inspiración viene de las cosas de la vida. Todo lo que me pasa en la vida -de una u otra forma- va a parar a la escritura. Porque la literatura me permite repensar y encontrar -aunque tal vez no vea- un aprendizaje. Desde hace tiempo ya no me pregunto “¿Por qué a mí?” sino “¿Qué puedo aprender de esto que me pasó?”. Y ahí aparece la inspiración que, según su etimología, indica el entusiasmo que anima el valor de crear.

 

¿Pensaste que ibas a llegar a ser conocido?

Siempre digo, a modo de chiste, que yo ya era conocido antes de ser escritor. No me detengo a pensar en el reconocimiento. Porque creo más en el esfuerzo y en el trabajo que en los resultados. Amo cada proyecto nuevo que emprendo, por eso sea lo que sea que haga, doy el 110 por ciento.

 

¿Qué consejo puede dar para llegar a ser escritor?

¡Cuando entrevisto a escritoras y escritores siempre les hago esa pregunta! ¡Me encanta! Esta vez tomaré el consejo de una amiga, Angélica Gorodischer: “Lo que es imprescindible es la lectura”. Es decir, hay que leer, leer y leer. A eso le sumaría la pasión: leer y escribir con pasión. Una vez escuché decir que el exceso de trabajo en algo que no te gusta, se llama estrés. Pero que el exceso de trabajo en algo que amas, se llama pasión. Yo le pongo pasión a todo lo que hago y eso, en mi caso, me deja trabajar tranquilo.

 

¿Cómo fue el proceso de creación de su primer libro, o sea, desde la idea hasta que lo publicaste?

Cuando publiqué mi primer libro, lo hice con la editorial Intravenosa, de Jujuy, quienes hicieron un gran trabajo. Se llamó “Música para aeropuertos” y lo trabajé con gente amiga: con Bruno Rojo, un artista que hoy vive en España; con Pablo Vinet con quien después trabajamos juntos en un libro llamado “una habitación dorada” y con la fotógrafa Luciana Pedicone Lewin. Cuando salió, me di cuenta de que era un libro raro y hermoso. Tenía mucho de conceptual. Yo, por lo menos, no vi otro libro así.

 

¿Tuviste algún bloqueo?

Sí, varios. Antes salía a correr o me iba de viaje. Ahora que estamos en medio de una pandemia, aprendí a dejar de pensar. En vez de pensar, opto por hacer otras cosas. Los bloqueos, en mi caso, son momentos en que la mente se enoja, así que es cuestión de esperar a que se le pase el malhumor, y ahí vuelvo a trabajar.  

 

¿Se inspiran en algún artista?

Me gustan muchos y muchas artistas. Ahora estoy trabajando con diseñadores y diseñadoras de moda, explorando ese mundo que me parece fantástico. Me inspiran las historias de diseñadores, fotógrafos, modelos y editoras, etc. Es un mundo muy entretenido. Sobre todo, la moda de los años ´90.   

 

¿Cuáles temas evitas tocar en tus creaciones?

La escritura es un medio para explorar el mundo y la literatura tiene que llevarnos a esos lugares que, como sociedad, a veces no queremos, no podemos o no nos animamos a transitar. Si evitas tocar determinados temas, los libros se parecerán a un montón de otros textos que tampoco se animan. En este sentido, escribir es como desfilar en una pasarela. Vieron que cuando una modelo desfila siempre lo hace con mucha seguridad, bueno, eso quiero lograr con lo que escribo, que mis libros, sin importar la temática que aborden, salgan a la vida y al mundo a decirles a los lectores: Aquí estoy yo.    

 

¿Cuál son sus libros favoritos? Tanto suyos como de otros artistas

De los míos, “Música para aeropuertos” es el más mimado. Adoro una enciclopedia llamada “Lo sé todo”. Son varios tomos donde aparecen diferentes artículos con ilustraciones. Cada vez que abro alguno de esos ejemplares, es como entrar a un mundo paralelo. Ahora estoy muy entusiasmado leyendo las obras de Patti Smith.   

 

¿Cuáles son las técnicas que utilizan para desarrollar un personaje?

Algo que me gusta hacer cuando estoy trabajando en un personaje, es prestarle atención al modo en que se expresa la gente en la calle. Voy tomando notas mentales que cuando me siento a escribir, regresan. En lo que escribo, lo más importante es que la voz poética o la voz narradora me diga eso que estoy necesitando escuchar.


Encuentro vía Zoom




domingo, 6 de septiembre de 2020

Entrevista a Florencia Álvarez


Florencia Álvarez: “los sueños están para cumplirse”

 

Desde la ciudad de San Salvador de Jujuy, la diseñadora Florencia Álvarez habla de sus inicios en el mundo de la moda, de sus referentes creativos y nos brinda un panorama de la Alta Costura en el norte argentino.


¿Cómo se produjo tu acercamiento al mundo de la moda?

De chica me gustaba mucho reformar mi ropa para que sea diferente. En la adolescencia veía mucho los programas de moda, donde enseñaban a coser, y empecé a interiorizarme en la moda mirando desfiles, leyendo revistas y me fue apasionando ese hermoso mundo de la moda.

¿Cuáles son tus referentes del mundo fashion? ¿Qué admirás en cada caso?

Me gusta mucho Valentino, su estilo es elegante, moderno y ultrafemenino. Y Gabriel Lage porque adoro sus telas y los bordados aplicados en cada diseño. Resalta mucho la figura de la mujer.


 











¿Qué recuerdos conservas de tu colección inspirada en "La cena de blanco" y haber vestido a modelos como Ingrid Grudke?

El desfile lo organicé con mucho amor. Fue a beneficio de fundaciones y puse todo lo mejor para que en Jujuy, por primera vez, se vea un Desfile de la Alta Costura exclusivo de una Diseñadora local. Tengo los mejores recuerdos con Ingrid desde el primer día que la vi, es impactante, además muy agradable, simpática. Supo lucir mis diseños con ese carisma que la identifica.



















¿Cuáles son las telas o materiales clave en tus diseños?

Me gusta mucho trabajar en gasas ya que son muy nobles para hacer drapeados, gajos. Mi material preferido a la hora de bordar son los cristales, aportan mucho brillo y, a la vez, son muy delicados.

¿Qué buscas reflejar con tus creaciones?

En un diseño busco reflejar la personalidad de mi clienta, desde los colores que elije hasta en los detalles, para que se sienta segura y cómoda. Y así esa noche estar esplendida.


 














¿Cómo ves el panorama de la Alta Costura, particularmente, en el norte argentino?

En la época que me recibí, éramos muy pocas diseñadoras, ahora somos bastantes las que nos dedicamos a la Alta Costura, cada una con su propio estilo, pero estábamos todas enfocadas en lo mismo, hasta que la pandemia nos dio un giro, ahora no solo hacemos vestidos, es un amplio abanico el que poseemos.


¿Cómo describirías a la mujer que lleva tus prendas?

La describo como una mujer segura, práctica y cómoda, a su vez sexy, atractiva, moderna.

¿Qué consejos le darías a quien sueña con convertirse en diseñador/a de moda?

Que sigan adelante con sus sueños, que pongan todo para superarse, que los sueños están para cumplirse. Y siempre actualizarse en técnicas y tener más conocimientos para seguir creciendo.


¡Gracias a Florencia por la entrevista y por las fotos!